Revolución: una mujer llena de amor

Ser mujer no es fácil, y mis congéneres lo saben muy bien. Más que una cuestión de genes, de cromosomas, de hormonas, ¡o de qué sé yo! ser mujer es una cuestión de actitud, de mentalidad, de creencia, de fe, de ideología… ¿Que estoy loca? ¡Claro que sí! ¡Soy mujer! Y el mundo es de los que se atreven a cometer locuras, por eso, el universo es de nosotras las féminas, que osamos romper las normas, vencer obstáculos, luchar por lo que creemos, lo que deseamos y por aquellos que amamos.
Durante siglos nos tuvieron pisoteadas, nos impidieron estudiar, trabajar, votar, decidir con quién casarnos o cómo vestirnos; nos encerraron en apretados corsés, y nos endilgaron el estigma de la maternidad y de los quehaceres domésticos como único motivo de vida.
Pero afortunadamente, mujeres aguerridas, valientes y orgullosamente femeninas se rebelaron ante el status quo y sin importarles el qué dirán, se enfrentaron por alcanzar sus ideales, resultando vencedoras. A esas damas emprendedoras les debemos lo que hoy somos y podemos hacer.
Libres ya de ataduras, en estos tiempos de revolución decidimos asumir una importante tarea: construir la patria grande, hermosa, soberana, en la que todos por igual podamos disfrutar de la felicidad de entender nuestra misión en el mundo, de haber abierto los ojos y reconocer nuestra realidad, de comprender que pensando en colectivo y no de manera egoísta saldremos adelante, de saber que todo lo que necesitamos para ser mejores personas está dentro de nosotros y no en los objetos materiales, de confiar que sí podemos cambiar nuestra ideología y ser nuevos seres humanos, con una amplia riqueza espiritual.
El rol de la mujer venezolana en tiempos de revolución es brindar a la nación ese amor que se le desborda del pecho, ese amor que prevalece en la acción matutina de preparar a los hijos para el colegio y dirigirse a su lugar de trabajo con un maletín lleno de cosas por hacer, pero que, como por arte de magia, logra cumplir puntualmente al término de cada jornada, para luego regresar al hogar y ofrecerle a sus niños una arepita rellena de besos y un juguito de abrazos endulzado con miel.
Las revolucionarias de la nueva era –entre las que de seguro está su mamá, su tía, su hermana, su madrina, su hija o su esposa- saben muy bien que el trabajo diario, la convicción y la fe por lo que se hace, junto con el amor que solo las mujeres podemos dar, son las claves para consolidar una sociedad más humana, solidaria, sin prejuicios, con libertad, pero sin libertinaje, en la que los valores y principios familiares puedan coexistir con el emprendimiento, la fuerza, la prosperidad y el desarrollo.
Así, una mujer que lucha día a día para que el respeto, la armonía, la honestidad y la honradez se hagan presentes en cada uno de los ciudadanos y ciudadanas, sabe muy bien que está sentando las bases para fundar un mejor país.
Esta es la misión de las mujeres en tiempos de revolución: construir patria, formar personas de bien, volcar su espíritu de lucha, abnegación, energía femenina, ímpetu y deseos de crecimiento, en la creación de una sociedad más justa y democrática, porque eso es lo que mejor sabemos hacer: amar y vivir para ser felices. ¡Qué vivan las mujeres!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los 43 años de la primera institución universitaria del estado Falcón

Alonso Gamero Reyes: Un concepto vital

CAMILO Y LOS VUELALIBROS