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Mostrando entradas de julio, 2010

De sapo a príncipe; de princesa a rana

La princesa andaba por la vida besando sapos en espera que alguno se convirtiera en el príncipe azul de sus sueños, sin darse cuenta que el hombre que buscaba, el que esperaba con ansiedad, y con el que aspiraba compartir la vida y disfrutar del amor, estaba frente a ella; así, calladito, sin hacer mucho ruido, admirándola, tal vez. La princesa se llevó chascos, esperando que un noble caballero montado en su imponente corcel la rescatara de la torre-prisión en la que habitaba. No importaba si ese héroe fuera en otrora un espantoso sapo, pues con su profundo amor, la hermosa princesita lograría transformarlo en un adorado príncipe (eso creía ella). Pero resulta, que luego de muchos besos, la princesa se dio cuenta que el hechizo no se rompía, y el sapo seguía siendo lo que era: un sapo, que gozaba de lo lindo comiendo moscas y cuanto insecto se le atravesara, saltando de estanque en estanque, sin asumir responsabilidades ni compromisos. La princesa, ante tantas verrugas b

¡Salud!

¡Salud! por lo que empezó y no terminó de ser. Por los besos que nos dimos ¡Salud! Por las caricias perdidas y los abrazos callados ¡Salud! Por el tiempo agotado; por los sueños rotos. ¡Salud! Por tus miradas y las mías ¡Salud! Por el deseo de una noche y el recuerdo de días ¡Salud! Por el miedo compartido ¡Salud! Por nosotros, cruzando caminos distintos ¡Salud!

Periodismo: Un sueño impreso en papel de vida

“Nunca sueño cuando duermo sino cuando estoy despierto”. J. Miró. Desde niña siempre he tenido sueños extraños. Cuando no eran monstruos horribles los que me perseguían, eran vuelos interminables los que se apoderaban de mí cada cierta noche. Estos últimos sueños eran mis preferidos. Desde la tranquilidad de mi habitación me preparaba para surcar el cielo. Casi siempre salía por el balcón de mi apartamento, ese por el que me asomaba para presenciar a diario el atardecer, y desde allí –sin barrera alguna- me disponía a sobrevolar la ciudad entera; la cual, en mi mente noctámbula, no se mostraba tan árida, calurosa y conflictiva como era en realidad. Al contrario, mis fantasías oníricas la dibujaban siempre en calma, apacible, completamente verde, floreada,