Periodismo: Un sueño impreso en papel de vida

“Nunca sueño cuando duermo sino
cuando estoy despierto”.
J. Miró.



Desde niña siempre he tenido sueños extraños. Cuando no eran monstruos horribles los que me perseguían, eran vuelos interminables los que se apoderaban de mí cada cierta noche. Estos últimos sueños eran mis preferidos. Desde la tranquilidad de mi habitación me preparaba para surcar el cielo. Casi siempre salía por el balcón de mi apartamento, ese por el que me asomaba para presenciar a diario el atardecer, y desde allí –sin barrera alguna- me disponía a sobrevolar la ciudad entera; la cual, en mi mente noctámbula, no se mostraba tan árida, calurosa y conflictiva como era en realidad.
Al contrario, mis fantasías oníricas la dibujaban siempre en calma, apacible, completamente verde, floreada, hermosa y repleta de colinas. A veces la metrópoli se presentaba totalmente gris, llena de cemento, con edificios y rascacielos por doquier, pero manteniendo a pesar de todo, un dejo de sensibilidad humanitaria.
La ciudad cambiaba a su antojo y según su estado de ánimo –o el mío, tal vez- pero siempre se dejaba admirar como lo que era: una urbe de ensueño. Mientras tanto, mi cuerpo ligero seguía arriba, feliz, con los brazos extendidos y una destreza de ave primigenia.
El aterrizaje era previsible; luego de recorrer el espacio aéreo marabino, sabía el momento exacto cuando debía regresar, y así sin trauma alguno, retomaba la figura terrenal con una sensación de paz, pero llena de deseo por saber cuándo emprendería de nuevo el vuelo, para soñar a gusto un rato más.
Veintitantos años después sigo volando, ya no en sueños, sino en la superficie terrestre, atada a un rosal para no escapar a las alturas y transformarme en un ser etéreo (ojalá pudiera ser así). En fin, más centrada y madura, continúo disfrutando de mis fantasías sabiendo que ese mundo maravilloso, diferente y más gentil, está en proceso de construcción. Basta desearlo con ahínco, para que automáticamente todo lo que hagamos nos enrumbe hacia lo que décadas atrás considerábamos una quimera.
Como soñadora profesional, todo lo que imagino trato de cristalizarlo, y la mejor manera de darle forma a las ideas, es escribiendo. La tinta y el papel se funden en alquimia perfecta y ¡sorpresa! todo lo que revoloteaba desordenadamente en mi cerebro, casi de inmediato toma sentido para ser develado al universo, el cual lo asume como cierto y lo muestra ante nuestros ojos, tal como lo experimentamos en aventuras nocturnales.
Por eso escribo. Por eso me hice periodista, y por eso amo mi profesión: porque todo lo que crea mi mente puedo transformarlo en verdad, apegándome a los principios éticos de quien conoce el inmenso poder de la palabra y cómo una frase bien hecha, expresada en el momento oportuno, puede contribuir a que el mundo gire a favor de un colectivo de personas, multiplicando los sueños de locos como yo en las cabezas de otros idealistas desquiciados.
Desde el 2005 estoy edificando un sueño en el Instituto Universitario de Tecnología Alonso Gomero (IUTAG), rociando con polvo de estrellas a los jóvenes que comparten conmigo un aula de clase; y como el mundo da tantas vueltas, por cosas del destino hace un año exactamente, empecé a fantasear con un grupo de Quijotes que saben que los sueños se hacen realidad si salen del corazón, sumándome a su organización sindical en medio de una orgía onírica, como Secretaria de Formación, Comunicación e Información.
De esa manera, pusimos en marcha el órgano informativo del gremio docente, “Sinpres al Día”, un periódico dirigido a la comunidad universitaria, que desde su primera edición ilusionó al más pintado, pues proyecta lo que los venezolanos de hoy deseamos: la construcción de una patria buena, solidaria, más humana, con igualdad de derechos para sus habitantes, regida por los principios y valores socialistas, donde prevalezca el respeto por la dignidad personal así como por el bienestar comunitario.
Atreviéndome a soñar con los pies bien puestos sobre la tierra y la mirada hacia un hermoso horizonte, me he propuesto junto con mi equipo de trabajo, transformar las fantasías en hechos concretos, plasmando en papel aquellas ideas y sentimientos que contribuyan a guiar esta nación por el camino que trazó Bolívar, al colocar nuestro órgano informativo a la disposición de la artillería del pensamiento.
Por consiguiente, el saber que dejamos una reflexión, un aprendizaje o un elemento motivador en nuestros lectores, recompensa todos los esfuerzos realizados y así, completamente satisfechos, nos retiramos a soñar con el próximo número que vendrá.
Como equipo, hemos parido muchas fantasías. Gran parte de ellas están reflejadas en las páginas de nuestro periódico. Por eso, quien las tenga en sus manos deben acariciarlas con ternura, contemplarlas con detenimiento, saborear una a una las palabras contenidas en ellas, ¡pero tengan cuidado! en cualquier momento pueden alzar el vuelo. Es que los sueños hechos verdad, tienen alas multicolores que se mueven al compás del viento, para repartir en esta tierra de gracia una felicidad que no es utópica, porque hombres y mujeres como nosotros, desde el IUTAG, estamos construyéndola día a día. ¡Dulces sueños!

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