ÁNGEL Y DEMONIO, Y TAMBIÉN VICEVERSA
Ana Cristina Chávez
A.
o
sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.
Mario Benedetti. “Viceversa”.
La dualidad personal existe, todos somos
una especie de reflejo de otras personas que nos habitan, espejos pero también
armarios de realidades, hay una Ana pública y otra escondida, que pocos
conocen. Siempre guardamos un secreto, pensamientos que no expresamos, deseos reprimidos
y a los que les tememos. Somos ángeles y demonios, alegrías y miedos. Cuando la
herida supura, sacamos lo peor de nosotros mismos. Le vemos la cara al diablo,
pero lo creo necesario. Nadie es completamente bueno, bondadoso, un dechado de
virtudes; nadie es totalmente malo, dañino, perjudicial.
Somos ángeles y demonios que cohabitan en
un mismo ser. Una forma de Belcebú crucificado caminando por la vida, solo que
mostramos al mundo el rostro que más nos conviene, pero también el dominante,
mientras el otro aflora en ciertas circunstancias. Puedo ser un saco de huesos
o un animal de abundantes carnes. Eso depende de lo que desee proyectar, pero
también de la visión ajena, porque construimos imágenes de los otros, desde
nuestra mismidad.
Ilustración: Ángel Boligán |
No puedo reconocer la bondad en las personas
si no hay una pizca de buena fe en mí. Piensa mal y acertarás es un dicho recurrente
en nuestra cotidianidad, ¿pero cómo recrear pensamientos negativos y sentir
desconfianza de otros individuos si no poseo un poco de malicia y prejuicios?
Nos sorprendemos cuando alguien, que habitualmente es risueño, gentil, amable con sus palabras y acciones, se molesta por algún motivo y saca su lado oscuro. Yo lo aplaudo, no confío en esas personas que andan tan sonrientes por la vida y al parecer, ligeros de equipaje. Seguro cargan toneladas de inconformismo y frustraciones encima, aparentando lo contrario, y cuando le encienden la chispa, explotan, pero no precisamente fuegos artificiales de felicidad.
Otros, por el contrario, proyectan
seriedad, poca emotividad, dureza en sus actitudes y frialdad en su
comportamiento, pero en el fondo, son llamarada ardiente de calor reconfortante,
y su círculo afectivo más cercano lo sabe. A diario, debemos enfrentar al
Dios/Lucifer presentes en nosotros, no temerles, pero tampoco idolatrarles
ciegamente, aprender a convivir con ellos, dejarlos que se manifiesten y
reconocerlos en nuestra necesaria e inevitable dualidad, porque juntos
construyen al ser que somos, como me atreví a hacerlo en este poema de mi
autoría titulado “La del espejo y la mía”. Disfrútenlo, ¡nos seguimos leyendo!:
La del
espejo es solo apariencias, cumplimiento de normas, escuelas católicas, manual
de Carreño. La otra, la mía, es rostro agrietado, pisada rebelde, voz insumisa,
ceremonia atea, comer con los dedos.
La que conoces, es horario de
oficina, ratón de biblioteca, tarjeta marcada. La prohibida, es
analfabeta, no mide tiempos, no acepta controles.
@AnaChavez_
Comentarios
Publicar un comentario