VIVIENDO CON ANDRÉS (O LA REGLA DE SER MUJER)

 

                                                                                        Ana Cristina Chávez A.

 

    Treinta años viviendo con él y aún no me acostumbro, todavía me resulta molesto, fastidioso, cansón, pero cuando no viene me preocupa y lo ansío. Desde los trece años debo mirarle la cara, cinco días en promedio duran sus visitas mensuales, pero algunas veces se le ha ocurrido prolongar su estadía y aumentar la frecuencia con la que nos vemos, convirtiéndome en un caos.

   Dicen que el secreto es no satanizarlo, atribuyéndole cualidades negativas, sino que debe contrarrestarse el tabú generado en torno a él y llamarlo por su nombre. Entonces, no le digamos “Andrés” (el que viene una vez por mes), “la que te conté”, “cosa de chicas”, o “regla”, entre otros términos, sino menstruación, que proviene del latín menstruo y deriva a su vez, del vocablo menses (mes, ciclo lunar, lunación), por su vinculo con los 28 días que dura el ciclo de la luna, tal como explica Analia Llorente (2020) en su artículo para BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-51700849



    Sin embargo, desde siempre el período menstrual lo he conocido como regla –con toda la carga semántica que posee el término- por aquello de que es ley de vida femenina, ocurre con una periodicidad establecida, responde a un ciclo hormonal reproductivo, pero también porque la palabra implica restricciones en muchas culturas, con todas las supersticiones y creencias que existen sobre ella.

   Así, en lugar de castigarte golpeándote con la regla en las palmas de las manos, como en la escuela de otrora, te sancionan dándote reglazos en el vientre y en la autoestima, pues no resulta suficiente que además de cargar con todas las incómodas molestias que pueda acarrearte el sangrar mes a mes, encima debes llevar sobre tus hombros el estigma de la mujer menstruante, afirmando que está sucia, es impura, posee un carácter insoportable, o compréndela, pobrecita, mira que está en sus días.


   Después de tanto tiempo juntas, me he conciliado con ella de cierto modo, su rostro femenino ha tomado otro matiz, pero sigue abrumándome unos meses más que otros, sorprendiéndome también con la manera en la que se comporta o cómo me ha arropado en la adultez. Nos vemos de una manera distinta –no somos amigas del todo- pero sí hemos aprendido a convivir y ya nos comprendemos.

   Algunas veces se ha convertido en una limitante para cumplir con ciertas tareas, me ha hecho pasar vergüenza en la calle, o ha teñido las sábanas de varias camas casi como en el cuadro “Unos cuantos piquetitos”, de Frida Kahlo. Aunque también me ha servido de excusa perfecta cuando no quiero ir a algún lugar o me ha salvado de pasar un mal rato, como aquella vez cuando estudiaba en la universidad, que no asistí a una fiesta porque tenía dolores menstruales y me libré de que me llevaran detenida al salir de la rumba, como ocurrió con los que serían mis acompañantes.  

  Si tienes la regla no puedes lavarte el cabello ni teñirlo, no camines descalza, no tengas relaciones sexuales, no salgas, no te ejercites, por favor no andes diciendo que tienes la regla ni escribas sobre ese tema… No, no y no es lo que hemos venido escuchando las mujeres a lo largo de la historia, con relación a nuestros cuerpos, nuestras habilidades, ideas, potencialidades y lugar en el mundo, pero igual sangramos, parimos y creamos, pese a todos los obstáculos que la sociedad nos ha impuesto y los miedos que debemos superar.

   En las piezas publicitarias nuestra sangre nunca es roja sino azul, y siempre nos muestran sonrientes, revolcándonos alegres en campos de manzanilla, mientras usamos pantalones blancos porque las toallas sanitarias son a prueba de bajones, lo cual evidencia que los realizadores de los audiovisuales son hombres y no les viene la regla.


   Yo, en cambio, durante mi ciclo me transformo: las noches previas no duermo, siendo más noctámbula de lo habitual y mi libido se incrementa, luego me irrito  más fácilmente, me da fastidio, somnolencia, punzadas en el vientre, dolores en los senos, acné, nostalgia, antojo de comida chatarra y aún así sigo trabajando, pero lo de mostrar mi mejor cara, cual Heidy en la pradera, no se me da con naturalidad, aunque logro hacerlo.

   Para mí la regla nunca ha sido hombre (lo del título de este artículo es solo una estrategia de mi parte), siempre ha encarnado en una mujer, dueña de todas las contradicciones que imperan en mi mundo íntimo. Treinta años después de nuestro primer encuentro, no la veo con rencor, sino como una hermana que me inspira, que me permite ser creadora y creativa en una relación de amor/odio que no resulta tóxica sino auténtica, lo cual agradezco, porque no sé vivir de otra manera, más que siendo mujer que menstrúa y construye, desde el vientre, a manos e ideas llenas.  

 


Lluvia

Una lluvia carmesí me anega el cuerpo,
mi alma no logra escapar del diluvio,
mi mente ansiosa otea en busca de la salvadora rama de olivo.

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Metamorfosis

Hay noches en las que no soy yo,

otra se apodera de mi cuerpo, inquietándolo, abrumándolo.

Es una fiera insomne sedienta de sangre.

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Mi vientre pare árboles en los que cantan las aves.

Soy cascada, río iracundo

lluvia incontrolable.

Navégame, que yo vuelo.

                                                                             

                                                               Textos: Ana Cristina Chávez.

 

   ¡Nos seguimos leyendo! 

                                                                                              

                                                                                                anachavez28@yahoo.es

                                                                                                      @AnaChavez_


Artículo publicado originalmente en https://www.lamananadigital.com/viviendo-con-andres-o-la-regla-de-ser-mujer/ el 13 de agosto de 2020.

Comentarios

  1. Tus escritos develan imaginacion creatividad y de pensamiento transcomplejo.

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