Los hombres violentos

Ocurrió en algún lugar del mundo, no recuerdo cuándo, tal vez ayer, hoy o mañana… que un hombre ofendió a otro, éste respondió con violencia ante el ataque, y la violencia fue enfrentada con más violencia. Hubo un momento en el que todo lo que rodeaba a ambos fue utilizado como arma, incluso la naturaleza fue empleada como medio de destrucción. Mientras tanto, los hombres iban creciendo de tamaño y corpulencia en la medida que su violencia aumentaba.

Su físico se alteró, sus rostros y miradas iban tornándose en grotescos rasgos de un rojo incandescente, y de sus poros brotaban llamas de rencor. Fue tanta la violencia y destrucción que reinaba a su paso, que lo que antes existió en el lugar del enfrentamiento desapareció. Lo que alguna vez tuvo vida y alegría, ahora dejaba una huella de desolación.

Al observar el estado en el que se encontraba su entorno, los hombres violentos se llenaron de más rabia y siguieron atacándose con esa furia contenida de quien reprimió un sentimiento por años. A medida que se golpeaban, sus cuerpos aumentaban de volumen, y donde alguna vez hubo manos, dedos, uñas, cabellos, piel y músculo, daba paso a una espantosa masa amorfa de un gris oscuro.

Bajo sus pies la tierra temblaba, y se abrían grietas por doquier, que supuraban una pasta viscosa de aspecto sanguinolento. La guerra continuaba, y los habitantes del lugar en que se escenificó la cruenta lucha, con el paso de los días morían de hambre y sed, porque todo lo bebible y comestible estaba adquiriendo un extraño olor y sabor a carne podrida que envenenaba a quien lo probaba.

En el resto del mundo ocurría lo mismo, pues la noticia corrió como pólvora y los efectos de la agresividad también. Todo ser vivo sobre la faz de la tierra desapareció, sólo quedaron esos dos monstruos que continuaban atacándose sin piedad, ya no físicamente, sino de manera verbal, pues su movilidad cesó por completo cuando -de los que antes eran sus pechos- salieron como balas pedazos de carbón, que al chocar con el suelo, dibujaban en la arena palabras que desaparecían en fracciones de segundos, y que esos dos seres no llegaron a conocer jamás: paz, perdón, respeto, compasión, amor, solidaridad, comprensión, justicia…

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