De Halloween a Santa Claus (Los mismos monstruos gringos con distintos vestidos)

Fantasmas, vampiros, momias, brujas y esqueletos estuvieron por doquier la última semana del mes de octubre. Cuando se entraba a un local comercial temíamos que algunas de esas arañas que colgaban de los techos y paredes nos brincara, que uno de los murciélagos se nos prendiera del cuello -o que peor aún- una de las calabazas cobrara vida y nos hablara con su voz de ultratumba, tal como lo vemos en las películas estadounidenses.

Por donde pasábamos observamos decoraciones alusivas a la Noche de Brujas o Halloween, pero no descubrimos, con la misma devoción con que se celebra esta festividad gringa, algún motivo referente al cantor del pueblo Alí Primera, quien nació un 31 de octubre (y miren que ese sí es de nosotros, bien criollito y auténtico).

Pero no, sólo en los entes gubernamentales se le recordó con mayor o menor intensidad, y en alguno que otro medio de comunicación social; pero en la calle, en las escuelas, en las tiendas, los restaurantes, imperaba la transculturización y la adoración a todo lo que huele a extranjero, olvidándose del panita Alí, hombre de ideales firmes que entonaba con aquel vozarrón que lo caracterizaba: “Yanqui go home”, en protesta a la intención imperialista de pisotearnos con la bota del Tío Sam.

Han sido tantos los años de dominación norteamericana en los pueblos latinos, que lo autóctono ocupa un segundo plano, dando paso a lo importado, que como no es hecho en el país, “seguro es mejor y más valioso”.

Todas las mujeres a fuerza de decolorante quieren ser rubias, tener el pelo liso (muuy liso), y se desviven por saber los últimos chismes de Megan Fox, Paris Hilton o Madonna, pero no se interesan en conocer quién fue Josefa Camejo o leer el pensamiento de Simón Rodríguez, quien por cierto, nació un 28 de octubre y cuyo natalicio también pasó por debajo de la mesa para el venezolano común.

Pero el asunto no cambia en Navidad: renos, muñecos de nieve, duendes y por supuesto, San Nicolás, son las imágenes asociadas con las fiestas decembrinas, restándole importancia al Niño Jesús y al Pesebre.

Los íconos navideños a nivel mundial no guardan relación alguna con los valores venezolanos, pero son pocos los sitios públicos e incluso los hogares, donde es el Niño Dios el eje central de la decoración, y considero que aunque tienen un aspecto más amable, el popular “Santa” junto con sus duendes ayudantes, “Rodolfo el reno” y el muñequito de nieve, con su bufanda, nariz de zanahoria y sombrero de copa, constituyen monstruos tan temibles como los de la Noche de Brujas, pues representan la manera cómo la cultura norteamericana ha traspasado fronteras y se ha apoderado de las mentes y espíritus de los habitantes del resto de globo terráqueo.

Sin embargo, me complace saber que existen en el país personas que se preocupan por preservar nuestras tradiciones, festejando el nacimiento del hijo de Dios por todo lo alto, con actividades como la Paradura del Niño, las Misas de Aguinaldo, las de Gallo; parrandas, gaitas, la instalación de hermosos Pesebres, la preparación de las deliciosas hallacas, de la ensalada de gallina y del dulce de lechosa.

Allá los gringos con sus costumbres, sus monstruos, “su sueño americano”, y su deseo eterno de dominar al mundo; acá nosotros con nuestra música, nuestra comida, nuestra bullaranga familiar y nuestro calorcito latino. Lo que necesitamos es gente comprometida con el país, que deje de vivir de las apariencias, de las marcas, de lo extranjero, y se enorgullezca de lo hecho en el país, de lo autóctono, de este colorcito de piel único, de nuestros rasgos indígenas y de esta tierra de gracia que nos inspira a cuidarla, a amarla, como sólo el venezolano típico sabe.

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