Calladita me veo más bonita

“Los zapaticos me aprietan, las medias me dan calor y el beso que me dio mi madre, lo llevo en el corazón”. No, este no fue el poema que recité en un acto del preescolar, tampoco fue el texto que escribí en una tarjeta que le obsequié a mi mamá en su día. Nada de eso.
Esta conocida y mil veces repetida décima infantil, de ahora en adelante se convertirá en mi lema de vida. Efectivamente, así como lo leen, cual muñequita de porcelana china –o wayuu, que va mejor con mi fenotipo- vestida de seda color rosa, con moñitos en la cabeza y unos lazos gigantes, me dedicaré sólo a mostrar mi blanca dentadura adornada con mis mejillas sonrosadas y boquita rojo carmesí, para permanecer como adorno de vitrina: absolutamente enmudecida, maravillosamente hermosa y eso sí, muy bien comportada, discreta y modosita, como niña de buena familia.
Y es que en pleno siglo XXI parece que algunas personas de mente estrecha aún consideran que un individuo con criterios propios e ideales, se convierte en un desestabilizador del estatus quo, por lo que debe ser condenado. Ahora resulta que para ser calificada como una mujer agradable, simpática, dulce, cariñosa y tierna debemos callar nuestras opiniones, sonreír y sólo preocuparnos de no despeinarnos, ni perder la compostura.
“Dejar hacer, dejar pasar”, en castellano criollito. Hacerse la vista gorda y mordernos la lengua para no caer mal. Ser falsas, pues. Mentirosas y hasta chupa medias, si la situación lo amerita. Y eso sí que es perjudicial, porque detrás de una sonrisa hipócrita se esconden múltiples intenciones y actitudes: mediocridad, engaño, egoísmo, ineptitud, indiferencia o facilismo.
No importa si nos enfundamos con el traje que más nos convenga de acuerdo al momento, exhibiendo nuestras dotes camaleónicas; que hoy digamos una cosa y mañana otra, ni mucho menos que hablemos “pa’lante y pa’tras”, demostrando inconsistencia mental y que no somos seres confiables. No. Lo que vale es que en cada escenario actuemos de modo aceptable, y caigamos bien porque dibujamos en nuestro rostro una mueca amable mientras pronunciamos las palabras que los otros quieren escuchar.
Pero “por más que se tongonee siempre se le ve el bojote” y las cualidades histriónicas no siempre son útiles. Si somos francas, sinceras, leales y respetuosas con nosotras mismas y con quienes nos rodean, debemos emitir nuestros puntos de vista sin temor, abriéndonos al mundo y expresando nuestras emociones y sentimientos reales en el momento. Si algo nos desagrada o no estamos de acuerdo con eso, manifestarlo desde el corazón; ser auténticas y obedecer siempre a nuestros ideales, así debamos enfrentarnos al universo entero si es necesario.
¿Se imaginan a una Josefa Camejo convertida en monja o a una Manuelita Sáez bordando en su casa al lado de un marido aburrido al que no amaba, mientras se moría de pasión por Bolívar, sólo porque mujeres con sus características y fortaleza no eran bien vistas en la sociedad? ¿Qué valores imperan actualmente en estos microcosmos en los que se han convertido las ciudades pequeñas que no han superado el pensamiento colonial, ya que continúan alimentándose del chisme y los comentarios malsanos, además de vivir esperando que el prójimo se resbale para regodearse en su tragedia, mientras cuidan las apariencias y el que dirán, dándose golpes de pecho en el rito dominguero?
¿Lo bueno, lo aceptado, es lo artificial, lo postizo, lo encubierto, lo disfrazado, lo parapeteado, lo maquillado, que busca dar respuesta a intereses particulares que muchas veces rayan en la maledicencia? Ante esto, al parecer debemos rizar nuestras pestañas, teñir de rubio nuestros bucles y sonreír, recordando siempre que “calladita me veo más bonita”, pues si digo mi verdad voy a ser rechazada y etiquetada como “conflictiva” (y que conste que haber estudiado en colegios católicos privados me enseñó a tener buenos modales en la mesa, a no decir malas palabras en público y a rezar el Ángelus puntualmente a las doce del mediodía)
¡Ojalá y dijera todo –absolutamente todo- lo que pasa por mi mente! ¡Ahí sí que me excomulgan! (Una suerte de Ally Mc Beal del 2010) Por eso me catalogo como una chica educada, discreta, y muuuuy sensible, aunque algunos piensen lo contrario.
Bueno, en realidad me importa un bledo lo que crean los demás. Soy quien soy y como soy, si me despeino o se me corre el maquillaje ese es mi problema, porque no dejaré que me griten ¿Por qué no te callas?... ¡Callate vos!

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