Injusticia universitaria

Quien suscribe estas líneas se declara víctima de la injusticia, no sólo por ser señalada por las chismosas tristes de la cuadra como una mujer con una pública y notoria falta de moral, prepotencia, desfachatez, abuso y desubicación social.
Quien escribe, se declara víctima de la injusticia, no sólo por acusarme de ser la culpable del calentamiento global, del desbordamiento del Río Coro, del incremento de los precios de la canasta básica, de que su vecino tenga gripe, que la vinotinto no clasifique para el Mundial de Fútbol y que a su esposo se le caiga el pelo. Por lo anterior, y porque no es bien remunerada en su trabajo, se declara víctima de la injusticia.
Sí, así como lo leen: víctima de la injusticia, pero no una víctima cualquiera, sino una con título académico y maestría incluida. Una víctima que durante doce años ha estado formando profesionales, dando lo mejor de sí, actualizándose constantemente, creando, innovando, proponiendo e investigando.
Una víctima que cree en la conformación de una sociedad más justa, con igualdad de oportunidades y condiciones, en la que sus integrantes vean satisfechas sus necesidades básicas, en la que prevalezcan los intereses colectivos y no el pensamiento individualista, en la que las personas reflexionen sobre su entorno, trabajen por el bien común y el logro de la suma felicidad posible, como planteaba el padre Libertador.
Una víctima que apoya este proceso revolucionario, que confía en él, que lo defiende y que lucha por su éxito, pero que también reconoce que el amor dado a manos llenas no ha sido del todo recíproco, ya que al cabo de doce años de labor en el medio universitario, aún no disfruta de estabilidad laboral, pues sigue contratada, lo que implica que ha dejado de percibir beneficios de los que sólo gozan los docentes fijos, que no ha podido avanzar en el escalafón profesional, que recibe una remuneración que roza el salario mínimo establecido y que ve desmejorada su calidad de vida porque adquirir una vivienda o un automóvil se le hace cuesta arriba e implica comprometer grandemente su disminuido sueldo -que para variar- no equivale a las exigencias de tan hermosa y alta responsabilidad, como lo es la docencia.
Y es que precisamente, si esta revolución es humanista hasta el punto de establecer la importancia de la educación en la concepción del hombre y la mujer nuevos, del nuevo republicano, debe estar consciente de que los formadores deben ser bien pagados para ver satisfechas sus “necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales” y las de su grupo familiar, lo que no implica una exigencia de mentes capitalistas o de personas que sólo piensan con el estómago, o el bolsillo, en su defecto. Al contrario, representa un derecho constitucional que el estado venezolano debe garantizar en su debido momento y no de manera tardía ni a cuentagotas, según lo establece el artículo 91 de la Carta Magna.
Sabemos que la derecha se encuentra enquistada en las universidades e institutos y colegios universitarios del país, y que debe profundizarse la labor política e ideológica si queremos alcanzar una patria con valores y principios socialistas, pero es un craso error obstaculizar el desarrollo personal y profesional del cuerpo docente que sí está con el proceso, negándole o disminuyendo sus beneficios laborales a cuenta de la causa revolucionaria y su sacrificio, ¿o cómo se explica que precisamente los profesores que trabajan en las instituciones que nacieron a la luz de la revolución sean los que pasan más tiempo sin cobrar su sueldo y los que gozan de menos beneficios de ley, como los de la UBV, Misión Sucre o la UNEFA?
Quien suscribe este artículo cree en un cambio necesario y urgente sobre el rumbo que llevaba el país durante la IV República, sabe que no podíamos seguir siendo el patio trasero de Estados Unidos, se manifiesta enamorada de su tarea docente apoyada en el ejercicio periodístico, y se alegra de ver los logros que en materia social y económica han obtenido los sectores más desposeídos y pisoteados por la clase burguesa nacional, pero considera que esa misma bota ya empieza a afectar moralmente al sector universitario, y es allí justamente donde preocupa, porque quien no se encuentre plenamente convencido y comprometido con esta visión de país, sin dudarlo, y envenenado también por la canalla mediática, alzará la bandera oposicionista para decir “con la MUD se vive mejor”.
No permitan ni Dios ni Chávez que eso pase. Apliquemos las tres R al cuadrado sin miramientos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los 43 años de la primera institución universitaria del estado Falcón

Alonso Gamero Reyes: Un concepto vital

CAMILO Y LOS VUELALIBROS