Yo soy Ana: ¡La fea!
No sobrepaso el metro cincuenta y cinco
centímetros, mis medidas no son 90-60-90 y creo que peso más de lo debido; no
tengo una cabellera larga y abundante, mi piel es morena, mis ojos pequeños y achinados,
no tengo nariz fina y perfilada y soy poco fotogénica. En fin, soy naturalita,
sin operaciones y con muchas imperfecciones, de acuerdo al gusto de Osmel Sousa
(el supuesto Zar de la belleza en Venezuela), que si seguro me viera, me diría:
“Eres fea, vete de aquí” en vez de su conocido “Eres bella, firma aquí”.
Como yo, hay millones de mujeres que no
cumplen con los cánones impuestos por la sociedad mediática ni por nuestro muy
inútil Miss Venezuela, pero que siguen viviendo sus vidas sin inconveniente
alguno. Trabajan, aman, tienen hijos, viajan, estudian y son felices luciendo
como son, a diferencia de las que en su absurdo afán de imitar a las chicas que
ven en televisión, se someten a dietas para producir anoréxicas y a peligrosas intervenciones
quirúrgicas, con el objetivo de estar “explotadas” y transformarse en mujeres
“tuning”, con la carrocería transformada, bien pulida y con un llamativo tren delantero,
porque en esta sociedad “hay que estar buena”, ya que “sin tetas no hay
paraíso”.
Pero como no soy un carro ni me interesa parecerlo,
prefiero quedarme como estoy y ser lo que soy: una persona. Hace poco escuché decir
a una amiga que el novio de una compañera de trabajo le iba a “hacer los senos
y los glúteos”, que la iba a poner “tuning”, como si fuera una camioneta y no
una mujer. Ojalá y en la oferta del médico cirujano vaya también la operación
de cerebros tanto para el tipo como para la susodicha.
Estamos
en una sociedad que le rinde culto al cuerpo y a la belleza impuesta por los
medios de comunicación, donde todo es
postizo, de utilería, aparentando ser lo que no es. Hasta en el canal del Estado
las conductoras de los programas responden al prototipo de belleza televisivo,
¿será verdad que como afirmó una profesora de Comunicación Social de una
universidad privada, el público no quiere ver “gente fea” en televisión y por
eso nuestros medios de comunicación siguen vendiéndonos la imagen que según
ellos es la ideal?
Y aún más grave, ¿hasta cuándo vamos a
seguir comportándonos como autómatas aceptando lo que nos vende la industria de
la publicidad sobre cómo nos debemos ver y lo que es hermoso o no?
Las
telenovelas, los programas “humorísticos” e incluso los noticieros, se han
convertido en pasarelas de mujeres y hombres plásticos que no sólo tienen
silicón en sus cuerpos sino también en sus mentes, proyectando una imagen falsa
de lo que se necesita para ser feliz y cumplir las metas personales, montando
la trampa perfecta para atraer incautos.
Por eso pienso que no podemos hacerle el
juego a la canalla mediática, debemos ser auténticos y aceptarnos como somos, nadie
puede venir a imponerme cómo debo lucir, las extensiones de cabello que debo
colocarme, la cantidad de liposucciones que tengo que hacerme, ni cuántos
centímetros cúbicos de silicona debo introducir en mi cuerpo para sentirme bien
conmigo misma y con el mundo. Déjenme tranquilita como estoy, aunque Osmel crea
que soy Ana, ¡la fea!
Comentarios
Publicar un comentario