EL GABO Y YO: RECORDANDO A GARCÍA MÁRQUEZ
*Ana Cristina Chávez Arrieta
A pocas horas de recibir la noticia de la partida física del escritor
Gabriel García Márquez y en medio de una tristeza de esas que te paralizan
hasta las lágrimas, me atrevo a escribir estas líneas dedicadas a un hombre que
marcó mi vida lectora. Recuerdo que como era costumbre en aquella época, mi
primer acercamiento al realismo mágico de “El Gabo” fue mientras cursaba el
inicio del bachillerato, cuando la tarea obligatoria era leer “Cien años de
Soledad”, y gracias a ese primer beso literario que recibí del autor
colombiano, decidí aferrarme –con absoluto placer y entrega- al resto de su
producción artística.
Así, en plena adolescencia, conocí el estilo creativo de García Márquez,
el cual definió una etapa de la literatura latinoamericana, pues de forma
magistral supo reflejar el imaginario cotidiano de millones de familias que
habitan en los pueblos recónditos de nuestros países. García Márquez imprimió
en las páginas de sus libros -con la franqueza y naturalidad de quien ha nacido
al calor de las tierras caribeñas- los cientos de historias, anécdotas y mitos
que se esconden en los rincones de las casonas de los abuelos, esos mismos que
acompañan las fundaciones de los caseríos, que guardan los amores escondidos de
las tías solteronas, callan los hijos no reconocidos del patriarca de la
familia, o que se albergan en la pasión secreta del vecino ya anciano.
García
Márquez se atrevió a hacer públicas esas historias silentes del álbum de fotos
familiares conservado bajo llave en el último cajón del armario, con el
propósito de recordarnos -por medio de su mágica narrativa preñada de
descripciones pintorescas- que nuestros países tienen una raíz común que se
alimenta de realidades tan creativas hasta el punto de parecer fantásticas.
Tal vez por eso, desde que tengo conciencia, algunos de los libros del
escritor colombiano permanecían sobre la mesita de noche de mi madre o en un
lugar visible de la biblioteca de mi papá, casi como esperando que los
secuestráramos por varios días para descubrir ante nuestros ojos un universo de
sueños convertidos en verdades. Yo siempre me robé el de turno, lo disfruté y
lo regresé a su sitio original para que otro también se embriagara en su
lectura. De este modo, luego de mi primera experiencia garcíamarquiana, han
pasado por mis manos “El coronel no tiene quien le escriba”, “El general en su
laberinto”, “Relato de un náufrago”, “Ojos de perro azul”, “La increíble y
triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, “Crónica de una
muerte anunciada”, “Los funerales de la Mamá Grande”, “El otoño del patriarca”,
“Doce cuentos peregrinos”, “Del amor y otros demonios”, “Vivir para contarla”,
“Memoria de mis putas tristes” y algunas crónicas publicadas en prensa; pero
hay una novela en especial, con sus personajes Florentino Ariza y Fermina Daza,
que se quedó grabada en mí para leerla y releerla en distintos momentos de mi
vida, descubriéndola en cada oportunidad como un texto nuevo: “El amor en los
tiempos del cólera”.
Sin embargo, la mayor influencia de este autor está encarnizada en el seno
familiar, cuando mis padres bautizaron a mi hermano en honor al oriundo de
Aracataca: Gabriel Vidal. Y es que “El Gabo” nos relató quiénes somos y de
dónde venimos, para que lo mantuviéramos
perenne en nuestra memoria, tal como “muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano
Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a
conocer el hielo”.
Publicado en "El Nuevo
Semanario", estado Falcón. Del 28/04 al 04/05 de 2014. Página 08, sección Opinión.
El libro y la lectura, nos traslada al mundo que tu puedes imaginar, con la marabilloza magia del escritor. Hay que rescatar la creativa relacion entre el libro y el lector. Este articulo es la muestra de esa necesaria relacion.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Leemos para vivir un poco más.
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