Amas de casa, machismo y revolución
Antes
de sentarme a escribir este artículo lavé los platos, limpié mi vivienda y
tendí la ropa al sol, es decir, ejercí mi rol de ama de casa soltera y ahora
voy a cumplir con mis funciones de periodista y activista política de la
revolución, papeles que considero ejerzo satisfactoriamente y no se desvinculan,
aunque debo confesar que la cocina no se me da muy bien.
Como
saben, la labor de las amas de casa todavía no es reconocida por la sociedad
como debería ser, aunque es un trabajo de 24 horas continuas que implica no
sólo el mantenimiento del hogar sino el cuidado, alimentación y educación de
los hijos e hijas, actividades que hoy en día en un gran porcentaje de las
familias es ejercido únicamente por las mujeres, que además cumplen jornadas
laborales fuera de sus casas.
Las
féminas, como trabajadoras a tiempo completo, se han convertido en
protagonistas activas del proceso revolucionario venezolano, ejerciendo
funciones políticas de ministras, diputadas, gobernadoras, alcaldesas,
concejalas, directoras y presidentas de instituciones y organismos públicos, así
como voceras de consejos comunales y comunas, sin descuidar nunca su círculo
familiar. Por tal razón resulta denigrante que individuos que se consideran
líderes revolucionarios cuestionen el rol de la mujer ama de casa, profesional
y activista política, sobre todo cuando nuestro presidente eterno Hugo Chávez
reivindicó el papel de la mujer en la sociedad y en el plano político,
calificando este proceso como una revolución feminista.
Pero
es que nada es más revolucionario que albergar y alimentar a un ser en el
propio vientre, traerlo al mundo y seguir cuidando de él hasta que es capaz de
valerse por sí mismo, y mientras eso ocurre la madre sigue educándose,
formándose, trabajando, creando, luchando y construyendo matria-patria, un acto
que evidentemente representa la
revolución del amor. Por eso es indignante que todavía existan sujetos que
pretendan insultar a las mujeres tildándolas de “simples amas de casa”, desmeritando
el esfuerzo que implican las actividades hogareñas y demostrando una cultura
machista acompañada de claros rasgos de misoginia. Ante esto, me atrevo a
afirmar que esos señores en su casa no lavarán ni el propio plato en el que
comen, no ayudarán a barrer ni a regar las plantas, tampoco prepararán una
arepita con queso y mucho menos apoyarán a sus hijos con las tareas, porque piensan
que eso no es trabajo de “machos”.
En
pleno siglo XXI necesitamos hombres y mujeres con valores socialistas, que
promuevan el trabajo familiar compartido, que no compitan entre sí, que sean
solidarios en la crianza de los hijos, en la manutención del hogar, al igual que
en la lucha cotidiana para conformar una sociedad nueva sin disminuidos
mentales ni dinosaurios de la convivencia. Requerimos hombres comprometidos,
responsables, valientes para asumir retos, cumplir con sus promesas y enfrentar
la construcción de una nueva vida en pareja. Verdaderos hombres revolucionarios
que respeten y valoren a las mujeres en todas sus facetas y en cualquier
escenario y circunstancia, pase lo que pase.
Ana Cristina Chávez.
Comentarios
Publicar un comentario