EL AMOR QUE YO CELEBRO


                                                                                                      Al Chino Vidal.

   Desde que tengo uso de razón, el 14 de febrero tiene para mí una significación muy especial, no por el afán del mercado de imponernos celebrar el amor y la amistad con cenas, regalos, flores, cursis peluches y visitas a hoteles, sino porque justo este día mi padre cumplía años. Y es que el Chino Vidal –tan misterioso y auténtico como era- escogió el 14 de febrero de 1949 para nacer en la ciudad de Punto Fijo, producto de la unión del capitán Francisco “Chico” Chávez y Barbarita López. El menor de los varones que habitaban en la “Casa del Viento” se hizo periodista, se casó con una periodista y parió tres hijos que estudiamos periodismo, pues no nos quedaba de otra al crecer entre libros, periódicos, revistas y programas de radio.

   Además de la entrega al trabajo y la pasión por escribir, El Chinito nos enseñó que el amor y el humor son la dupla perfecta para desarrollarnos como personas. Así, a la calladita, sin muchas palabras, pero con acciones contundentes y gran ingenio, Vidal nos inculcó que el amor no se dice, sino que se demuestra, que se expresa con hechos y no con objetos, produciendo risas a través de novedosas ideas, frases ingeniosas, una pluma creativa y de vez en cuando, unos pasitos de baile con dos pies izquierdos para que no te olviden.
 
   Cuando las personas recuerdan a mi padre, inevitablemente una sonrisa dibuja sus rostros, porque siempre evocan un comentario inesperado y preciso cargado del particular humor que lo caracterizaba. Y cuando yo lo revivo, pienso en su solidaridad eterna, en el libro exacto que me entregaba para hacer la tarea, y en los apodos que me ponía debido a mi mal carácter o a mis camuflajes de crema facial durante la edad de la espinilla.

   ¿Cómo olvidar las cenas dominicales con sus pancitos morochos, las arepitas y los tumbarranchos; la carta de despedida que escribió en nombre de Azulejo, el periquito australiano que visitaba nuestro balcón, o la alegría que lo invadía al recibir un nuevo premio? Siempre sencillo, humilde, acucioso, investigador, perfeccionista, creativo y despistado, Vidal nos dejó un profundo cariño y respeto a su figura de hombre y profesional, acompañados de un deseo inmenso porque se quedara un rato más con nosotros predicando con el ejemplo y haciéndonos reír. Hoy, 14 de febrero, celebro el amor con gran orgullo, porque lo viví desde que nací y está escrito en mí mediante crónicas, cuentos y poemas. Mi padre se llenó de reconocimientos en honor a su talento, pero el mayor galardón lo recibimos mi mamá, mis hermanos y yo, al poder disfrutarlo entre nosotros.

Ana Cristina Chávez

Comentarios

  1. Yo también, amiga Ana, recuerdo mucho a Vidal, sobre todo por su humor y su amistad, siempre llena de inteligencia y solidaridad. Saludos a todos. Roberto malaver.

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  2. preciosa descripción de la vida, en este caso familiar.

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