ISA CUENTACUENTOS

                                                                         A Isabella Chávez, en su sexto cumpleaños.
                                                                                                                       
                                                                                                                           01/10/2015

  Isabella me contó un cuento cuentacuentos brincolín; un cuento que se cuenta brincando en una pierna, en dos piernas y en la puntica de los pies. Ella me aseguró que ese cuento es muy divertido porque se cuenta sonriendo riendo riendo. El cuento dice así:

   “Conocí a una niña que le contaba cuentos cuentacuentos brincolines a su tía, una tía que vivía en una ciudad lejana rodeada de montañas de arena dorada que bailaban al ritmo de la brisa del mar.

   Esos cuentos cuentacuentos brincolines no se dejaban contar tranquilos ni sentaditos en una silla como todo cuento serio que se respete, sino que se contaban brincando en una pierna, en dos piernas y en la puntica de los pies. Por eso cuando los cuentos terminaban, la niña quedaba cansada pero muy contenta con tanta risa risa risa brincarrisa.

   La tía de la niña parecía muy seria seria, pero en el fondo era traviesa, y le gustaba saltar la cuerda como si contara cuentos cuentacuentos brincolines: brincando en una pierna, en dos piernas y en la puntica de los pies.

   Pero claro, como la tía se veía tan seria seria y tenía unas pestañas largas largas, una nariz respingada, unos lentes dorados como la arena de su ciudad, y un cabello negro negro bien peinadito en un moño, nadie sospechaba que le encantaba saltar la cuerda, dibujar mariposas y colorear florecitas con su sobrina, una sobrina que la esperaba con ansias para descubrir qué regalo le traía escondido en su maleta roja llena de arena danzante.

   A veces, la niña esperaba a su tía con un poema escrito especialmente para ella y recitado con una voz melodiosa de avecilla mañanera. En otras oportunidades la recibía con un dibujo lleno de ardillas, muñequitas adornadas con grandes lazos   y en el cielo azul, un sol sonriente.

   Pero el día preferido de la tía era cuando la niña le daba la bienvenida con un cuento cuentacuentos brincolín, y cuando eso ocurría la tía reía y reía, sintiéndose la mujer más feliz del mundo, porque nadie en todo el planeta tenía una sobrina que contaba cuentos cuentacuentos brincolines que se cuentan brincando en una pierna, en dos piernas y en la puntica de los pies.

  Entonces, tía y sobrina brincaban y contaban, contaban y brincaban, deseando que los cuentos no terminaran nunca para no dejar de brincar, contar, contar y brincar. Y en medio de tantos cuentos cuentacuentos brincolines el cabello bien peinado de la tía se convertía en una selva de mechones libres y risueños que con cada carcajada revoloteaban como mariposas escarchadas.

   Tía y sobrina se olvidaban que eran eso: una tía seria seria y una sobrina pequeña pequeña, para transformarse en dos niñas divertidas que dibujaban florecitas, recortaban accesorios de papel para las muñecas y saltaban la cuerda mientras contaban cuentos cuentacuentos brincolines.    

   Pero el juego debía terminar, y a la mañana siguiente la tía cerraba su maleta roja y regresaba seria seria a la ciudad donde las arenas doradas bailan con la brisa del mar. Pero no se iba triste, porque sabía que en el próximo viaje su sobrina la esperaría con un poema, un dibujo o un nuevo cuento cuentacuentos brincolín que se cuenta brincando en una pierna, en dos piernas y en la puntica de los pies, dispuesta a hacerla feliz feliz como una lombriz.”

   Así me lo contó Isabella y así se lo cuento a ustedes. Colorín y colorado…


                                                                                                            Ana Cristina Chávez.


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