LA LECTORA INFIEL

                                                                                        Ana Cristina Chávez*

  Tengo la costumbre de leer varios libros a la vez, algunos me los devoro de principio a fin, de un tirón. Los disfruto, los gozo, los saboreo, hasta que cumplido el viaje juntos, nos liberamos, satisfechos con lo vivido. Unos cuantos los dejo a medias, medio leídos, medio rayados, medio arañados, con mis huellas en sus lomos. Otros los pruebo llena de expectativas, emocionada, y los abandono en las primeras páginas, decepcionada o molesta, mientras ahogan sus penas en alcohol en el fondo de algún mueble o una caja, borrándolos de mi memoria y mi mirada. Pero hay unos que siempre estuvieron ahí, observándome en la lejanía, sonriéndome, con ganas de tentarme, pero me encontraban ocupada o distraída, hasta que un día, por probar, dejo que me hablen, me susurren al oído, me propongan una aventura y yo accedo curiosa.

  Esos libros, auténticos, creativos, ingeniosos, apasionados, profundos, son los que me atrapan, me seducen, me beben completa. Yo me dejo tocar, morder, lamer, sorber eterna. Los que menos esperaba, de entre múltiples opciones, son los que me hacen sentir que respiro, que palpita mi interior en un goce pleno.

  Hay libros -y lecturas- que llegan cuando tienen que hacerlo, en el momento justo, preciso, idóneo, que te consiguen cuando tienes la edad perfecta para experimentar una travesía sin culpas ni remordimientos, y ellos lo saben. Por eso siempre abro varios libros a la vez, como una lectora infiel, despierta a nuevas posibilidades, segura de que llegará uno que sepa envolverme en sus páginas y me abrace desnuda, absorta en su cuerpo infinito. En verdad no me preocupo por buscarlos, ellos tienen sentido de la oportunidad, y yo también.


*Periodista y docente universitaria.
Coro, 14 de octubre de 2016.



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