Soledad y alegría en “La casa del viento”

                                                                                           *Ana Cristina Chávez

   Hay un vacío en la casa, el viento que se asomaba alegre, vibrante, con cánticos de poesía, llora a ratos destilando lágrimas olorosas a madera virgen. Sus habitantes se mueven como sombras y el viento que los alienta lo sabe. Son siete almas las que faltan, siete corazones que dejaron de latir pero que se sembraron fuertes como el árbol que cobija el hogar.

   El vacío se percibe, faltan siete, pero los rincones desolados se van llenando de sonrisas nuevas, almas jóvenes, que crecen bajo el resguardo de las que se fueron y laten al ritmo de las que permanecen. Sonrisas nuevas amparadas en historias que solo conoce La Casa del Viento. Una casa que susurra recuerdos arremolinados en tormentas de alegrías, invitando a quedarnos, para seguir soñando, continuar amando, brindar por la salud, por la vida, la pasión, la magia y la poesía del Capitán Chico Chávez, de Barbarita López, de Vidal, de Zoilo, de Francisco, de Ranfis y de Domingo. Mientras tanto, nosotros sus hermanos, sobrinos, hijos, nietos y amigos continuamos navegando en el barco del capitán, nos cubrimos con las colchas multicolores y los vestidos de muñecas hechas por la abuela Barbarita. La Casa del Viento llora a ratos, pero sabe reír a caudales porque guarda recuerdos y sueños nuevos para celebrar.
                                                                                   
                                                                *Periodista y docente universitaria.


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