MUJERES QUE RESISTEN, MUJERES QUE CONSTRUYEN, MUJERES QUE TRANSFORMAN
Ana Cristina Chávez *
A propósito de haberse celebrado el pasado ocho
de marzo el Día Internacional de la Mujer, decidí consultarles a mis allegados
cuál consideran que es el rol que cumplen las mujeres trabajadoras en la
coyuntura política, económica y social por la que atraviesa Venezuela, las
respuestas fueron bastante completas y bien argumentadas, lo que me generó
satisfacción.
Los planteamientos de mis encuestados confirmaron
lo que los movimientos sociales y políticos liderados por mujeres han demostrado: ser mujer es sinónimo de fuerza,
de constancia, de tenacidad, de afecto y acto amoroso, pero no de un amor
edulcorado por las series de doncellas rescatadas por príncipes azules, sino de
ese amor alimentado por la pasión, pasión por las ideas, por la justicia, por
la libertad, la igualdad y la sororidad.
En un mundo tradicionalmente gobernado por
hombres, las mujeres se han unido como un bloque, en bloques, a favor de causas
que reivindican sus derechos –nuestros derechos- y han traído a la palestra temas
eternamente controversiales, como el aborto. Han levantado la voz en contra del
acoso sexual y la violación, pero también han visibilizado a la mujer afrodescendiente,
a la mujer indígena, a la mujer empobrecida, a la mujer lesbiana, a la mujer que ha decidido no
tener hijos, a la campesina, a la trabajadora, a todas y cada una de las mujeres
que por años han sido relegadas a un segundo o tercer plano de la existencia familiar,
social, política y económica en los distintos pueblos del mundo.
Desde la lucha por el derecho a ejercer el
sufragio -incluso antes- el camino de las mujeres ha sido de batallas constantes, de desenmascarar
prejuicios, sortear insultos y vencer el irrespeto. Las feministas, han sido
tildadas de feminazis y los rencores, miedos y etiquetas arraigadas por años, muchas
veces han prevalecido en contra de nuestras congéneres, de nuestras hermanas. Puta,
fácil, perra, son palabras que usamos en contra de nosotras mismas. Para muchos, una mujer
libre siempre es una puta, una mujer dueña de su cuerpo, de su sexualidad, de
su vida, siempre es una puta. Una mujer que ha obtenido un alto cargo en una empresa,
en un partido, en una organización, fue, es y será una puta, pues con alguien
se acostó para lograrlo, y en torno a ella se tejen un montón de historias que
ponen en duda sus capacidades intelectuales y alto desempeño.
Nosotras somos nuestras peores enemigas
cuando nos lo proponemos, pero también nos hemos dado cuenta de lo poderosas
que llegamos a ser cuando nos enfrentamos al mundo -y a sus incongruencias-
unidas, juntas, hermanadas, como un solo cuerpo, como un solo útero, como un
solo cerebro, un solo corazón, que bombea la sangre que nos mueve, pero que
representa también, la sangre derramada por miles, millones de mujeres
asesinadas por hombres, ya que las cifras de femicidios y feminicidios –así
diferenciados- son alarmantes alrededor del mundo. Las violaciones y agresiones
a mujeres se han convertido en noticia cotidiana y nadie debe mantenerse impasible
frente a tal situación, mucho menos la justicia de los gobiernos.
Ante este escenario, es preciso reconocer el
papel de la mujer en la Venezuela actual, reflejo fiel de una historia de
superación y batalla continuas, protagonizada por nuestras heroínas de la lucha
independentista y de nuestras guerreras del día a día. Así, Isbelia –joven madre,
estudiante y trabajadora- nos dice: “creo
que ha quedado demostrado el poder que tenemos ante las adversidades, he visto cómo
mujeres que por mucho tiempo sólo trabajaron en su casa, salieron de las cuatro
paredes, se enfrentaron a la crisis y han puesto su mayor imaginación para
garantizar una comida saludable a sus hijos. Al principio la crisis tuvo cara
de mujer y supimos darle frente a la situación pues el capitalismo tuvo que
buscar otras estrategias; las primeras cosas que desaparecieron fueron los
artículos dirigidos a las mujeres, y aunque muchas estaban inconscientes de tal
perspectiva, supimos hacerle frente.”
Cruz –profesor universitario- coincide con
lo antes expuesto y afirma que las mujeres trabajadoras hacen maravillas con
los pocos recursos que tienen para mantener a un grupo familiar. “Yo creo que los economistas de Harvard no
tienen un doctorado como ellas, es más, la mujer que sabe cómo administrar una
familia también sabe cómo administrar un país”, asegura.
El también formador comunitario,
explica que las mujeres que se encuentran en la alta política y hasta las que
están en las organizaciones sociales de base, a través de su participación
activa, han desarrollado lineamientos políticos coherentes con la defensa y
protección social de la mujer y la familia, sólo que el secuestro de los partidos por intereses
económicos y de liderazgo las han opacado, al igual que la crisis financiera
nacional.
Sin embargo, Antonio, docente y padre de
familia, tiene sus reservas acerca de la
creación de esas políticas de protección, y asevera que aún queda mucho por
hacer: “La mujer trabajadora venezolana,
debe asumir un papel activo en la toma de consciencia del proyecto de país que
se debe construir, para superar tanta dependencia en la adquisición de bienes y
servicios fundamentales para el normal funcionamiento de las actividades
cotidianas, sobre todo aquellas que desempeñan roles fundamentales en el
quehacer político y económico.”
Como podemos observar, una palabra clave que
define la labor femenina en la Venezuela actual es conciencia, por eso Alberto,
joven estudiante universitario, propone lo siguiente: “La mujer trabajadora actual en el rol protagónico que juega ante la
sociedad, debe brindar un aporte de conciencia ante las adversidades, desde
cualquier espacio que se encuentre levantar la voz en contra de la disminución
de su calidad de vida… A su vez, participar activamente en los movimientos de
mujeres que se movilizan masivamente… Yo creo en la valentía y el ingenio de la
mujer venezolana ante la crisis.”
Por su parte, Elvira –docente jubilada-
manifiesta que el aporte de la mujer debe traducirse en “sentido común, trabajo bien realizado donde estés y respeto a quienes
no comparten las ideas políticas.” Se evidencia así, que lo racional y lo
emocional, expresado a través del amor, deben conjugarse en nosotras las
venezolanas para sacar adelante este país, criterio que María –activista
política, madre y profesora universitaria- ratifica contundentemente: “su papel es ser valientes para hacer lo que
se tiene que hacer. Asumir el enderezamiento de la sociedad, que es urgente, ya
que el hombre no lo hará jamás, definitivamente. Es urgente que la mujer asuma
directamente y con carácter, la corrección de las conductas inadecuadas, con
firmeza y amor, solo la mujer lo haría bien y rápido.”
En el mismo orden de ideas, Juan,
deportista e instructor falconiano, considera
que “es muy importante que la mujer de
hoy tiene que brindar además de su aporte laboral, ese apoyo anímico, consejero
y esperanzador que hoy requiere toda la población para seguir de pie ante todas
las adversidades que enfrentamos a diario.”
Igualmente, Antonio acota que la mujer “también deberá contribuir con el ejemplo al
resaltar los valores tales como la honestidad, el respeto, la solidaridad, el
trabajo, la responsabilidad, la honradez, entre otros, porque sin duda alguna,
nuestra crisis es total y multidimensional, y por ende debe ser abordada
holísticamente.”
Analizados todos estos planteamientos en
torno al rol de la mujer frente a la coyuntura que vive nuestro país, como fémina
me pregunto: ¿somos capaces de cumplir con estas expectativas? Por las argumentaciones
presentadas a lo largo de este artículo dirán que la respuesta es un rotundo sí
–y créanme que estoy de acuerdo- pero si una de nuestras batallas principales
es la igualdad de género, considero que el papel del hombre en la sociedad
actual debe ser igual de exigente, pero impregnado, a la luz de esta nueva era,
de una concepción eminentemente pro feminista, donde se respete, valore y
reivindique la labor de la mujer, desarrollando con ella funciones
colaborativas de índole social, familiar y de construcción y reconstrucción
nacional.
Por eso, Isbelia no lo duda ni un momento y
con la dulce firmeza que la caracteriza, aclara: “Las mujeres seguimos asumiendo roles dentro del ámbito económico
social, es decir, gran parte sale a trabajar o trabaja desde diferentes actividades
económicas, pero sigue siendo responsable de todas las demás cosas que la
sociedad le ha impuesto, es decir, no hemos asumido que la educación, la
crianza, hacer comida, asear la casa, es una responsabilidad colectiva, pues
todos vivimos en ella, entonces seguimos colocando tareas en nuestra espalda
pero no nos hemos desprendido de ninguna.”
En definitiva, el poder femenino es asombroso,
como mujeres somos capaces de cumplir con múltiples roles en la vida diaria, de
satisfacer nuestros deseos, necesidades y aspiraciones personales; de cubrir las
expectativas que se forman en torno a nuestro desempeño; a parir hijos, parir
ideas, promover el hecho creativo y creador, pero sobre todo, a propiciar una
sociedad de iguales que valore el trabajo de todos, con todos y entre todos, fomentando
el bien común y la conciencia colectiva en esta matria/patria nuestra, llamada Venezuela.
* Periodista, docente
universitaria, coordinadora del CIM Falcón.
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